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martes, 21 de febrero de 2012

La norma matrimonial: la FAMILIA NUMEROSA

Desde La Puerta Angosta:
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La Norma Matrimonial: La Familia Numerosa


La familia numerosa es uno de los frutos de la práctica de las virtudes por los laicos. El vivir los esposos “como Dios manda” -en todos los sentidos- normalmente conlleva a la formación de familias grandes y con una esmerada educación de los hijos, adquiriendo éstos las costumbres cristianas para toda su vida. De la felicidad de la familia numerosa y de sus grandes beneficios nos habla el Papa Pío XII, en contraposición con la intensa propaganda materialista que taladra mentes y masifica conciencias, haciendo creer que el slogan de “la familia pequeña vive mejor” es un dogma laico indiscutible y que quien lo contradiga reo es de ser juzgado como un ser antisocial y fuera de quicio. El liberalismo exige libertad de opinión para todos, menos para quien contradice su esencia, pues a quien no siga sus dogmas laicos, sólo se le responde con un juicio sumario e inapelable de condenación. De este modo manifiesta su verdadero rostro intolerante y autócrata.

A continuación publicamos la Alocución de Su Santidad, el Papa Pío XII, a los directores de las Asociaciones por las Familias Numerosas de Roma e Italia:

Amados hijos e hijas, dirigentes y representantes de las Asociaciones por las Familias Numerosas de Roma e Italia, esta vuestra visita debe contarse entre las que traen el más profundo placer a Nuestro corazón. Mas vosotros no representáis cualesquier familias; vosotros sois y representáis familias numerosas, aquellas que fueron grandemente bendecidas por Dios y que son especialmente amadas y preciadas por la Iglesia como su tesoro más precioso. Pues estas familias ofrecen un testimonio particularmente claro de tres cosas que sirven para asegurar al mundo de la verdad de la doctrina eclesiástica y la sensatez de su práctica, y que redundan, por el buen ejemplo, en gran beneficio de todas las otras familias y de la sociedad civil misma.
Dondequiera que se encuentren familias numerosas, estas dan señal de:


1. La salud física y moral de un pueblo cristiano.
2. De una fe viva en Dios y de confianza en suProvidencia.
3. De la feliz y provechosa santidad del matrimonio católico.

Seguramente, una de las aberraciones más perniciosas que ha aparecido en la sociedad moderna, de tendencias paganas, es la opinión de aquellos ansiosos por clasificar la fecundidad del matrimonio como un “mal social”, y que sostienen que cualquier nación que se halle de esta manera afligida debe hacer un gran esfuerzo y utilizar cualquier medio para curar la enfermedad. Esta es la base para la propaganda que pasa con el nombre de “planificación familiar”; en ocasiones es promovida por personas y organizaciones que inspiran respeto a causa de sus posiciones en otros campos, pero que, desafortunadamente, han tomado una postura en esta cuestión que debe ser condenada.

Obediencia a las leyes naturales

A todos los católicos los exhortamos a que den amplia difusión al principio de que el único modo de proteger la salud física y moral de la familia y de la sociedad es mediante la obediencia de las leyes naturales, o mejor dicho, del Creador, fomentando un sincero y sagrado respeto hacia ellas.
Ahora, el valor del testimonio ofrecido por los padres de familias numerosas no yace sólo en su rechazo contundente y unívoco de cualquier compromiso contra las leyes naturales, sino también en una buena disposición para aceptar alegremente y con gratitud estos dones inestimables de Dios –sus hijos- en la cantidad que a Él le plazca mandar.
La principal causa de la decadencia de los pueblos es la violación, el abuso de las leyes naturales que gobiernan el matrimonio y la procreación.

Salud física y moral

Lejos de ser un mal social, las familias numerosas son una garantía de salud moral y física de un pueblo. En los hogares donde los llantos del bebé resuenan siempre en la cuna, florecen espontáneamente las virtudes y se hace huir el vicio, como si hubiese sido perseguido por la niñez, renovada allí como el aliento fresco y vigorizante de la primavera.
La Iglesia está complacida porque le permitís ofrecer grupos de almas sanas para la actividad santificadora del Espíritu Divino.
Es el egoísmo el principal obstáculo para el crecimiento de una familia y éste no puede ser vencido sin recurrir a los principios éticos y religiosos.

La luz del cristianismo

Sólo la luz divina del cristianismo da significado al tener muchos hijos; así, las familias numerosas, han sido consideradas, con frecuencia, como sinónimo de familias cristianas.
El respeto a las leyes divinas ha hecho que abunden en vida; la fe en Dios da a los padres la fuerza y el vigor necesarios para enfrentar el sacrificio y la autonegación exigidas en la crianza de los hijos; los principios cristianos los guían y ayudan en la pesada labor de la educación; el espíritu cristiano del amor vigila su paz y buen orden, y de la naturaleza parece sacar y conferir las alegrías familiares más profundas a los padres, hijos, hermanos y hermanas.

Aún externamente, la familia numerosa y bien ordenada, es una especie de santuario visible: el sacramento del bautismo no es un acontecimiento excepcional para ellos, sino algo que constantemente renueva el gozo y la gracia del Señor. La serie de felices peregrinajes a la fuente bautismal aún no acaban de terminarse cuando comienza la confirmación y la primera comunión, sin perder la misma inocencia. El más joven de los hijos apenas habrá puesto a un lado su trajecito blanco entre las memorias más queridas de su vida, cuando ya aparece el primer velo de bodas para reunir a padres, hijos y parientes nuevos al pie del altar. A ello le siguen más matrimonios, más bautismos, más primeras comuniones, como primaveras siempre nuevas que, en cierto sentido, hacen que las visitas de Dios y de su gracia al hogar sean interminables.

Confianza en Dios

Mas Dios visita a las familias con su providencia y los padres, especialmente los pobres, dan claro testimonio de esto al colocar toda su confianza en Él, sobre todo, cuando los esfuerzos humanos no son suficientes. Dios nunca rehusará los medios de vida a quien llama a la existencia.

Sobrepoblación

El presunto problema de la sobrepoblación de la tierra es en parte real y en parte temido sin razón como una catástrofe inminente para la sociedad moderna; sin duda el surgimiento de este problema y el continuo fracaso en encontrar una solución no se debe a alguna confusión o apatía por parte de la Divina Providencia, sino más bien al desorden por parte del hombre, en especial a su egoísmo y su avaricia.
Con el progreso se está desarrollando la tecnología, con ella las facilidades de transportación y con las nuevas fuentes de energía, la tierra puede prosperar y dar alojo a todos por largo tiempo.
Respecto a un futuro más lejano, ¿Quién puede prever los nuevos e insospechados recursos que pueden encontrarse en nuestro planeta, y qué sorpresas pueden descubrirse fuera de ella por medio de los maravillosos logros científicos que apenas se han iniciado? ¿Quién puede estar seguro de que el ritmo natural de la procreación será el mismo en el futuro? La providencia ha reservado el destino del mundo para sí.
Sería más razonable que la sociedad moderna hiciera esfuerzos más determinados para corregir su propia conducta: por ejemplo, quitando las causas de las hambrunas en las zonas en crisis, utilizando los descubrimientos modernos.

La felicidad en una familia numerosa

Sus pesadas labores, multiplicadas una y otra vez, sus intensificados sacrificios y su renuncia a las diversiones costosas, son recompensadas, incluso aquí abajo con el inagotable tesoro del afecto y las tiernas esperanzas que residen en sus corazones.
Las esperanzas pronto se vuelven realidad cuando la hija mayor comienza a ayudar a su madre en el cuidado del bebé y cuando el mayor de los hijos llega a casa sonriente con su primer salario ganado a pulso. Aquél día será particularmente feliz para los padres, pues hará desaparecer el fantasma de una edad vieja pasada en la miseria y se sentirán asegurados de una recompensa por sus sacrificios.
Cuando hay muchos hijos, a los jovencitos se les ahorra el aburrimiento y el tener que vivir con adultos todo el tiempo. Es cierto que algunas veces son tan animados, que os pueden poner los nervios de punta, y que sus riñas pueden parecer pequeños motines; pero incluso estas riñas o pequeños motines pueden jugar un papel efectivo en la formación del carácter. Los hijos de familias numerosas aprenden casi automáticamente a ser cuidadosos de lo que hacen y a asumir responsabilidades; aprenden a ser de gran corazón y generosos. Para ellos la familia es como un lugar de prueba, antes de que salgan al mundo exterior, que será más difícil y más exigente.

Las vocaciones

Todos estos preciosos beneficios serán más sólidos y permanentes, más intensos y fructíferos si la familia numerosa toma como principio rector el espíritu sobrenatural del Evangelio, el cual espiritualiza todo y lo hace eterno. La experiencia muestra que en estos casos, Dios a menudo va más allá de los dones ordinarios de la Providencia, como lo es el gozo y la paz, para conferirle un llamado especial, una vocación al sacerdocio, a la vida religiosa, a la mayor santidad posible.
Con buena razón se ha señalado frecuentemente que las familias numerosas han tenido cunas de santos. Podríamos citar, entre otras, a la familia de San Luis, el rey de Francia, compuesta de diez hijos, la de Santa Catalina de Siena, quien descendía de una familia de veinticinco, San Roberto Belarmino de una familia de doce, y San Pío X de una familia de diez.
Cada vocación es un secreto de la Providencia; pero estos casos prueban que un número grande de hijos no impide a los padres darles una crianza excepcional y perfecta; y muestran que la cantidad no trabaja en desventaja de su calidad, sea respecto a los valores físicos, sea los espirituales.

Pidiendo la protección divina para vuestras familias y para las de toda Italia, y colocándolas una vez más bajo la protección celestial de la Sagrada Familia, de Jesús, María y José, Os conferimos con todo Nuestro corazón Nuestra paternal bendición apostólica.


Tomado de la revista The Pope speaks,primavera de 1958.

fuente: Catolicidad

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